viernes, 14 de septiembre de 2012

Capitulo II

La habitación de Niall es mas bien grande, tiene dos armarios, un escritorio que está justo debajo de una ventana, hay dos estanterías con libros, una mesilla de noche justo al lado de la cama y otra mesilla con tres cajones, y encima hay una leja con un equipo de música. Las paredes están pintadas cada una de un color: una de azul oscuro, otra celeste y dos de blanco. Y tiene fotos de sus amigos, la puerta está llena de firmas de sus amigos y tiene una rosa pegada que le regale en San Valentin, que aun no se me ha marchitado y la tiene de recuerdo
—Vas a casarte conmigo, Niall.
—¿Cómo? —Pregunto.
—He dicho que vas a casarte conmigo.
—Claro que lo haré
La madre de Niall llamó a la puerta y, sin esperar respuesta, entró y se sentó a los pies de la cama. Me acercó una taza de té.
—¡Feliz Año, querida! Debo decir que esto me transporta a mucho tiempo atrás. Hace muchos años que no dormías aquí, ¿no? Qué bien.
Olive seguía hablando. Aquello era lo bueno de esa mujer: no era necesario responder.
—¿Cómo está tu madre, cariño? Qué cosa tan terrible. Me alegro de que finalmente no fuera nada. Debió de asustarse mucho. Llevo tiempo queriendo ir a verla, pero, ya sabes, entre una cosa y otra... —Su voz casi se apagaba, pero consiguió recuperar el discurso—. De todos modos, en fin, año nuevo, vida nueva, como dicen.
Comparada con su madre, Olive era demasiado ruidosa, de las que hablan primero y reflexionan después. Yo siempre me avergonce un poco de la actitud de mi madre. Podía parecer... distante y superior. Pero Olive jamás se habría dado cuenta. En ese momento, con un leve estremecimiento de temor, se dio cuenta, de que ese mismo día tendría que ir. Con resaca.
—¿Dónde está Niall? —pregunte con voz ronca.
—En la ducha, creo. Está un poco más en forma que tú. ¿Te apetece un buen desayuno? ¡O te cura o te mata!
—Suena bien, Olive. Gracias.
Me había vuelto a esconder debajo del edredón y volvía a estar casi dormida cuando Niall llamó a la puerta y entró.
—¿Qué les pasa en esta familia? —gruñe—¿Es que nunca esperan que los inviten a entrar?
—No te me pongas rabiosa. Si anoche no te hubiera prácticamente llevado en brazos hasta aquí, sabe Dios dónde habrías terminado. Estabas en un estado lamentable.
—Muchas gracias, Sr. Bondadoso. ¿De quién fue la culpa de que acabara así?
—No veo que fuera mía. No recuerdo haberte obligado a beber diez copas de vino.
—¿Fueron realmente tantas?
—Bueno, no las conté, pero diría que lo que llevabas al final era una curda de diez copas.
—¿Me puse muy patética? —Me tape la cara con las manos. 
—Insoportable.
Le tire un cojín verde lima a la cara. Él lo atrapó con una mano.
—¿Y por qué demonios pareces tan alegre esta mañana? —pregunte.
Niall tenía un aspecto insultantemente saludable, con el pelo todavía ligeramente húmedo de la ducha.
—Tengo cosas que hacer, gente a la que ver. Hay muchas cosas por arreglar. — estaba desconcertada—. No ocurre cada día que a un chico le propongan en matrimonio.
—¿De qué estás hablando?
—Me duele que no te acuerdes. —No parecía en absoluto dolido—. ¿Anoche? Me pediste que me casara contigo. Y yo acepté.
—No me vengas con bobadas.
—¿Quieres decir que has cambiado de opinión?
—Quiero decir que anoche se me fue la olla y no se me puede tener en cuenta nada de lo que dije o hice...
Olive nos llamó desde abajo:
—¡Vamos, chicos, el desayuno está listo!
Niall descolgó el batín verde lima de detrás de la puerta y se lo lanzó, luego le guiñó el ojo y se volvió hacia las escaleras.
—Buenas noticias, mamá y papá: Anette y yo nos casamos. Anoche me lo pidió y yo acepté.
El padre de Niall dobló la esquina de su periódico para poder mirarlos.
—Espléndido. Bienvenida a la familia, amor mío. —Le brillaban los ojos de regocijo.
—No es verdad.
Intente darle una patada a Niall por debajo de la mesa, pero le di a la pata de caoba, lo cual me hizo mucho daño. Arrepentida, me frote el tobillo mientras Niall le ponía una cara de compasión fingida que tuve ganas de abofetear.
—¿Y por qué no? Sería una muy buena pieza. Es guapo, listo, tiene un futuro prometedor, es buen chico...
—Basta ya, mamá. Recuérdame que a partir de ahora te lleve a todas mis primeras citas.
—No habrá ninguna más, ¿no? Ahora ya no, si te has comprometido con Anette...
No aguantaba más bromas. Me dolía mucho la cabeza y tenía un mareo terrible. Deje el cuchillo y el tenedor, le di las gracias a Olive en un murmullo y me volví a acostar.
No reapareci hasta varias horas más tarde. Niall estaba en el garaje con su padre haciendo arreglillos. Así es como ellos lo llamaban. Desde que los conocía, John había tenido siempre un Austin Healey, que tenía guardado como en una burbuja.
Estaban escuchando la retransmisión de una carrera de caballos por la radio.
—Bonitos monos, chicos.
—¿Cómo te encuentras?
—Mejor —respondi, con una débil sonrisa—. Preparada, creo, para enfrentarme a mis padres. 
—¿Te llevo?
—¿Me llevas al bar, y así recupero mi auto? 
—Claro. Espera un momento.
Niall se quitó el mono y lo dejó encima de la mesa de herramientas.
John me rodeo con un brazo:
—Me ha alegrado mucho verte, cariño, de verdad. Estos dos últimos años no te hemos visto demasiado. 
—Lo sé. Lo siento.
—No tienes que disculparte. Ahora todos tenéis vuestras vidas. A ése tampoco le vemos mucho. —Hizo un gesto hacia su hijo— Recuerdo una época en la que no podías moverte de tantos niños que había. Ustedes dos, Isabella, Oscar, Yvaine. A veces esta casa parecía más un club juvenil que otra cosa. En ocasiones lo echo un poco de menos.
—Pero ahora Oscar les trae a Vicent y a Kristine...
—Es cierto. ¡Y entonces me acuerdo! 
—Nos vemos pronto, papá. 
John me dio un beso. 
—Adiós, cariño.
Cuando llegamos al bar Niall me pregunto:
—¿Quieres que vaya contigo?
Estábamos apoyados en mi auto, bajo la luz brillante del sol.
—No, gracias. Charlotte dijo que vendría esta tarde. Con un poco de suerte nos solaparemos. 
—Y luego, ¿qué?
—Luego... —suspire— de vuelta a mi nueva realidad, supongo. Creo que me alegro de que no llegáramos a compartir piso, Edward y yo. Al menos ahora no tengo que enfrentarme a todo ese lío de mudarme, de dividir los CD y todo eso.
—Cierto. —Niall no sabía qué más decir, de modo que me dio un abrazo—. Estarás bien.
—Bueno.
Me sentía pesada, adormecida y abatida. No me encontraba bien.
Niall me beso en la frente, abrió la puerta de su coche y se metió dentro. Al poner en marcha el motor bajó la ventanilla:
—Y te veo dentro de un par de semanas. El viernes por la noche.
—¿Me he olvidado de algo? —pregunte, pues no recordaba haber tenido planes para el viernes noche desde hacía mucho tiempo con nadie más que con Edward.
—No, pero estarás libre, ¿no?
Me encogi de hombros:
—Supongo. ¿Qué tienes en la mente?
—He ideado un plan...
—¿Qué plan?
—Bueno, tú no tienes nada mejor que hacer, seamos sinceros, y yo tengo ganas de aceptar algunos retos, así que he pensado en uno.
No pude evitar sonreír. 
—¿Y...?
—Y... como estás tan segura de que yo no podría ser un novio como Dios manda, y yo creo que sí, he pensado que lo mejor será que te lo demuestre.
—Y, exactamente, ¿cómo piensas hacerlo?
—Voy a pasar veintiséis días contigo. ¿Te das cuenta de lo que he hecho? Es el número de letras del alfabeto.
—Y...
—Y, señora cínica, vamos a decidir por turnos lo que hacemos en esos días. Uno a uno. Yo empezaré, por cierto, por la A. Tú seguirás con la B, yo con la C, tú con la D...
—Ya me sé el abecedario, Niall.
—Exactamente. Así pues, no tendremos ningún problema, supongo, para pensar en cosas que hacer, ¿no? 
—¿Y cuál es el objetivo? 
—Te vas a enamorar de mí. 
—Venga, hombre.
—Cruzaremos los límites de nuestra área de seguridad. Vamos a vernos en situaciones y lugares nuevos..., y tú descubrirás lo que te estás perdiendo.
El chico sonreía. No sabía si tenía que tomarlo en serio o si me estaba tomando el pelo.
—Estás loco. Nos conocemos desde hace, más o menos, veinte años. Creo que a estas alturas ya sabríamos si hay algo de química entre nosotros, ¿no crees?
—Quizás uno de nosotros crea que la hay. —puse los ojos en blanco—. Y, de todos modos, ¿por qué las chicas estáis siempre hablando de química? ¿A que nunca has oído a un hombre hablar de eso?
—Porque los hombres no necesitan química, sólo un par de tetas. 
Niall negó con la cabeza:
—Me decepcionas con estas generalizaciones, Anne, por no hablar de tu vocabulario crudo y primario.
—Va, cállate. Escúchame, yo lo sé, ¿vale? Y tú también lo sabrías si dejaras de hacer el payaso por un momento.
—Una pregunta, mi pequeña adorada: ¿tienes algo mejor que hacer con tu vida en los próximos dos meses?
—Ya sabes que no.
—Bueno, pues, ¿por qué no jugar a los fines de semana alfabéticos con tu viejo amigo Niall? Vive un poco.
No supe qué contestar. 
—Nos vemos el viernes, entonces. 
Puso el coche en marcha y se alejó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario